Los gatos son misteriosos, independientes y mágicos. Pueden aterrorizar a algunas personas mientras que otras literalmente se derriten ante su belleza y dulzura.
Sin embargo, a diferencia de otras mascotas, los gatos viven en varias dimensiones a la vez. Han decidido retener su lado indómito y salvaje. No han querido ser domesticados por completo y parecen acceder a realidades vedadas para el ser humano.
Probablemente lo anterior sea la razón por la que estos animalitos causen la fascinación de muchos, entre ellos grandes pensadores. Por ejemplo, Sigmund Freud dijo que el tiempo que se pasa con un gato nunca es tiempo perdido.
Y es cierto. Basta con observar cuidadosamente la conducta de un felis silvestris catus para aprender grandes lecciones sobre la vida, lecciones que, paradójicamente, los seres humanos hemos olvidado a lo largo de nuestra evolución. Un gato es feliz al recibir el sol y parece conversar con el viento. Un gato siempre encuentra un lugar apto para descansar y nunca deja de observar hasta el más mínimo detalle. Para un gato, una simple bolsa de papel se convierte en horas de diversión y una caja de cartón es a la vez refugio, campo de juegos y observatorio. Un gato nunca olvida su orgullo, pero no se lo restriega a los demás en la cara. Un gato sabe agradecer y amar, pero no se deja atar por esas emociones ni cae en el servilismo. Siempre retiene su individualidad y aunque cometa errores, mantiene su sentido de dignidad.
¡Los gatos ya vienen! ¿Llegaran a tiempo para el fin de este mes?
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